La frase ‘hay que comerse todo lo que te ponen en el plato’ la tenemos grabado a fuego en la mente muchos de nosotros y si hacemos un esfuerzo por recordar, acabarse toda la comida se podía convertir en un verdadero suplicio, bien porque no teníamos hambre, porque era demasiado o simplemente porque no nos gustaba.
Por tanto la pregunta sería ¿queremos repetir ese modelo con nuestros hijos?
Hubo una época en que los recursos eran limitados y tener un plato de comida caliente todos los días en la mesa era de lo más valorado. Ese concepto se mantiene en el subconsciente colectivo y no desperdiciar la comida es una obligación social y moral, podríamos decir. No vamos ahora de tratar de cambiar costumbres con ese gran arraigo, la comida sigue siendo un bien preciado pero tratar que nuestros hijos acaben engullendo todo lo que les ponemos por delante solo porque es lo que hay que hacer, no parece hoy en día la mejor idea. Mucho mejor que eso será medir realmente cuales son sus necesidades y conocer a nuestros hijos para que la comida sea algo agradable y no una imposición.