La anemia es una de las complicaciones más habituales de las mujeres embarazadas, sobretodo a partir del segundo trimestre de gestación. Sus síntomas son, en el fondo, muy parecidos a los que se tienen en cualquier embarazo, así que muchas veces se confunden y se pasan por alto. De hecho, una anemia leve se manifiesta con fatiga, mareos, somnolencia y palpitaciones.
En casos más importantes, una embarazada con esta enfermedad notará que tiene taquicardias, sudoraciones exageradas y dificultad para respirar.
La anemia consiste en una disminución de los glóbulos rojos que están presentes en el organismo de una persona, hasta llegar a valores por debajo de los normales. Aunque no es ninguna enfermedad excesivamente grave, en una mujer embarazada debe tratarse para evitar problemas en el desarrollo del bebé, ya que el crecimiento del feto depende en buena medida de la sangre que le proporciona la madre. En consecuencia, el hijo de una gestante anémica podría nacer con bajo peso, o de manera prematura.
Causas de la anemia
Una anemia se diagnostica con un sencillo análisis de sangre, que se realiza en la primera visita y también entre la semana 24 y 28 de embarazo, y que busca reflejar si los valores de hemoglobina de la embarazada se mantienen en los niveles correctos. De todos modos, se recomienda que una mujer en estado de gestación mantenga siempre una dieta rica en hierro, tomando alimentos como carnes rojas, hígado, mariscos, aves, cereales, espinacas y verduras de hoja verde, entre otros. Es importante saber que los frutas y verduras ricas en vitamina C – como las naranjas – ayudan a absorber el hierro y, en cambio, el café, el te, la yema del huevo y la leche lo evitan.
La mayoría de embarazadas sufren anemia de hierro durante su gestación, en pocos casos se presenta anemia megaloblástica por falta de vitamina B12. Estas enfermedades se relacionan sobretodo con problemas en la dieta de la mujer, pero también hay otras causas menos frecuentes, como la pérdida aguda de sangre, la hemolisis y enfermedades sistemáticas crónicas.
También hay que tener en cuenta que el mismo embarazo ya predispone a que una mujer pueda padecer anemia, ya que origina en su cuerpo un desfase entre la masa eritrocítica y el incremento del volumen plasmático.
El tratamiento de la anemia en las embarazadas
La única manera de tratar una anemia es proporcionar un suplemento de hierro a la mujer embarazada. El médico debe calcular que, además de la cantidad de este mineral que necesita cualquier persona de manera habitual para estar sana, una mujer en estado de gestación necesita 350 mg para el feto y placenta, 450 mg para incrementar la masa de hemoglobina, 250 mg por pérdidas durante el parto y 250 mg por las pérdidas basales.
Si una mujer ya empieza su embarazo sin las reservas suficientes, deberá compensar más esta deficiencia, tanto con la ingesta de suplementos de hierro como consumiendo alimentos ricos en este mineral. Muchas personas sufren pequeños trastornos digestivos y náuseas durante los primeros días que toman hierro, pero hay que decir que es algo normal y que no reviste la menor importancia.