Los últimos estudios demuestran que el VIH en una mujer embarazada no parece afectar al desarrollo del feto del mismo modo que el embarazo no cambia el curso de la enfermedad. En general una mujer enferma de sida tiene muchas posibilidades de tener un embarazo normal y sin que el niño desarrolle la enfermedad.
Para ello hay que seguir una serie de pautas y llevar un adecuado control médico evitando en lo posible las pruebas invasivas como la amniocentesis o el análisis de sangre del cordón, ya que estas pruebas pueden provocar infecciones y ante ellas la mujer con VIH sí está más expuesta que el resto.
El tratamiento y buena salud de la madre son esenciales
Hay elementos determinantes a la hora de contagiar al bebé, entre ellos estará la buena salud de la madre, la gravedad de su infección, el adecuado cuidado prenatal y el tratamiento que se reciba. Lo más importante es que la mujer tenga una buena salud y reciba tratamiento, esto será vital para evitar en lo posible el contagio. También tendrá gran importancia el tipo de parto, romper aguas mucho antes de que nazca o que el bebé tenga mucho contacto con la sangre, aumentará el riesgo de infección.
Se ha comprobado que el tratamiento antirretroviral es lo más beneficioso para la embarazada con sida. El riesgo de transmitirlo a su hijo se reduce mucho por lo que administrar medicamentos que actúen contra este virus es imprescindible.
El problema está en que se desconoce el efecto que pueden tener muchos de esos medicamentos sobre el feto, se trata de valorar el riesgo –beneficio, acogiéndose a aquellos fármacos más estudiados. Uno de los que se han comprobado seguros es la zidovudina, su aplicación en la madre y en el recién nacido disminuye el riesgo de contagio de un 25 a un 8 por cien. Se suele trabajar con fármacos combinados que en general no han provocado defectos de nacimiento en el bebé, con la excepción de algunos como el efavirenz. De todas formas no hay garantías, por eso debe ser el médico junto con la madre los que valoren según el caso el tratamiento más adecuado.
El tratamiento es complejo y debe ser diseñado por un médico especializado
En el contagio del VIH al bebé también va a ser importante el momento en que se contrae la enfermedad o en que la mujer es consciente de ella. Si la mujer ya padece la enfermedad antes de quedar embarazada es recomendable dejar aparcado el tratamiento durante el primer trimestre ya que el riesgo de malformaciones debido al uso de medicamentos es más elevado. Hay ocasiones en cambio en que se debe seguir ya que la suspensión del mismo puede provocar que la madre empeore, lo que aumenta el riesgo de contagio. Si la mujer es estable se puede suspender, si no habrá que seguir, modificando la medicación para que sea lo menos perjudicial posible.
Si la mujer descubre que es seropositiva durante el embarazo el inicio del tratamiento se puede dejar hasta que pase el primer trimestre, ya que en esta etapa el riesgo de contagio es muy bajo. A partir de ahí habrá que iniciarlo de inmediato. En el caso de que la mujer no haya sido tratada las posibilidades de contagio son muy altas. Habrá que empezar a tratar al bebé nada más nacer, aunque el diagnóstico definitivo no llegará hasta que el niño tenga 18 meses, cuando, si todavía presenta anticuerpos, ya se puede considerar que son propios.