Estamos saturados de ver y oír por doquier lo perjudicial que es el tabaco para la salud, aun así son muchos los fumadores que mantienen su vicio, entre ellos también hay mujeres embarazadas.
Que el tabaco mata es un mensaje que todos conocen, pero las mujeres embarazadas fumadoras se excusan diciendo que la ansiedad que les provoca no fumar un cigarrillo es peor para ellas que el no fumar, incluso hay teorías de cuántos cigarros se pueden fumar al día sin que sea perjudicial o hasta que parte del cigarro se puede fumar para que haga menos daño.
Hay ginecólogos incluso que dejan hacer a las madres fumadoras para evitar esta ansiedad excesiva, pero no hay ninguna duda al respecto, lo mejor para el bebé es que la madre deje de fumar completamente.
Efectos de cada cigarro en el feto
Con cada cigarro que se fuma la embarazada el riego sanguíneo de la placenta disminuye alrededor de 15 minutos, lo que aumenta el número de latidos fetales. Pero además, el monóxido de carbono que se inhala con el tabaco reduce en un 40% la cantidad de oxígeno que le llega al feto. Todo ello afecta al crecimiento, cuanto más fume la madre menos crecerá el bebé. De hecho los hijos de madres fumadoras pesan de media 200 gramos menos que el resto.
Este no es el único problema, los partos de las madres fumadores tienen más probabilidades de sufrir complicaciones, se incrementa el riesgo de hemorragia y de aborto así como de un parto prematuro, el 15% de los partos prematuros se deben al tabaco. La muerte súbita del lactante o el desprendimiento de placenta son más probables también en madres fumadoras. Hay estudios que demuestran que el 25% de los casos en que los bebés nacen muertos se hubieran podido evitar si la madre hubiese dejado el tabaco.
Los efectos de una madre fumadora van más allá de los efectos en el feto o las complicaciones en el parto. Los niños cuyas madres fumaron durante el embarazo son más propensos a sufrir enfermedades crónicas de las vías respiratorias como el asma o alergias.
Ventajas de dejar de fumar en el embarazo
Si la embarazada deja de fumar está ayudando también a que su hijo no sea un fumador en el futuro y es que los niños de fumadoras tienen más receptores de nicotina en el cerebro, lo que les predispone al tabaco. También se ha comprobado que en los recién nacidos se da el síndrome de abstinencia, lloran más y están más irritables.
Son todos ellos factores que por si solos animan a la embarazada a dejar de fumar, de hecho muchas mujeres lo consiguen, el problema es que la mayoría vuelve a recaer. No es una tarea sencilla y puede que la motivación de no perjudicar al bebé no baste para erradicar el vicio por eso hay que pedir ayuda. El médico, la pareja o el grupo de amigos pueden ser buenos aliados, se puede recurrir también a ayuda psicológica, aunque lo más importante será la implicación de la mujer. Hay que pensar en positivo, lo más duro pasará tras los diez o doce primeros días, a partir de ahí será más sencillo, se deberán evitar aquellas rutinas asociadas al tabaco y también ayudará mucho comenzar a hacer ejercicio. Pensar que es por el bien del bebé será al final la mejor motivación.