Cuando una pareja decide que quieren ser padres, abandonan los métodos anticonceptivos y esperan al día en que la mujer empiece a tener síntomas de que ya está embarazada. Pero ¿qué ocurre cuando pasa el tiempo y no llega esa noticia que con tanta ilusión esperan? Pues normalmente los padres suelen empezar a hacerse problemas sobre qué ocurre, el por qué de que no se quede la mujer embarazada y será también entonces cuando se planteen si podría existir algún problema.
En este momento, la mejor opción es acudir al médico para que les oriente sobre si podría existir algún problema de fertilidad o esterilidad y para ello, someterse a las pruebas que fueran necesarias.
En España, casi la cuarta parte de las parejas que se encuentran en edad de reproducción suelen presentar dificultades a la hora de concebir por estas cuestiones.
Los problemas para concebir se han incrementado en los últimos años
Además, a la hora de que la mujer se quede embarazada hay ciertos factores que influirán, tales como su edad, ya que, a partir de los 35 años es más complicado, así como otros factores, como por ejemplo, el hecho de que una mujer que tenga ciclos menstruales regulares, tendrá un 25 por ciento de probabilidades de quedarse embarazada en un ciclo. Aun así, pueden influir otras cuestiones como la endometriosis, posibles alteraciones en las trompas de Falopio o en el esperma. Todo ello hará que se complique y se alargue la llegada del embarazo.
Sin embargo, en esta situación lo importante es que ni el hombre ni la mujer busquen al culpable de esta situación, ya que es un problema que ambos tienen que solucionar y lo deben hacer juntos. De hecho, según las estadísticas, en el 40 por ciento de los casos se debe a algún problema masculino, otro 40 por ciento a causas femeninas y el 20 por ciento que resta a otros problemas.
De este modo, habitualmente al año de no conseguir el embarazo, a pesar de mantener relaciones sexuales de forma habitual y regular, las parejas suelen comenzar un estudio de esterilidad. En primer lugar se procede a realizar un historial clínico de la mujer y del hombre. Las primeras pruebas consisten en una exploración ginecológica, así como, una citología vaginal, una ecografía del útero y los ovarios para descartar posibles problemas en estas zonas. También se hace un análisis del semen, con el objetivo de descubrir la cantidad de espermatozoides que hay, así como su calidad y morfología. Es importante evaluar la posibilidad de que exista alguna alternación, tanto en el hombre como en la mujer.
Más pruebas de fertilidad
Se sumará a dichas pruebas una analítica hormonal a través de un sencillo análisis de sangre y también se procederá a realizar una histerosalpingografía. Consiste en inyectar un contraste en la zona del cuello del útero con el fin de comprobar si las trompas de Falopio son normales o si, por el contrario, existen pólipos, miomas… es decir, algún tipo de malformación en el útero. Si así fuera, eso estaría dificultando el hecho de que se implantase el óvulo fecundado. También pueden llevarse a cabo otras pruebas como una biopsia de endometrio o la medición de la temperatura de la mujer durante aproximadamente tres meses con el objetivo de comprobar si su evolución es adecuada.
Tras estas pruebas, el especialista será capaz de detectar el problema y entonces se tomarán las medidas necesarias. En algunos casos será necesario recurrir a la fecundación in vitro, por ejemplo. Aunque, antes de llegar a este punto, hay que asegurarse de dónde se localiza el problema y, en muchos casos, es posible finalmente conseguir el embarazo natural, aunque al principio cueste.