Desde hace ya un tiempo la sociedad parece que ha aceptado que el sol es peligroso en exceso. En cada campaña estival los medios de comunicación recuerdan los peligros de los rayos ultravioletas, las horas que hay que evitar y la necesaria protección que se debe tomar para prevenir problemas como manchas, envejecimiento de la piel y cáncer en los casos más graves.
Si esto es así para el común de los mortales más aún lo es para la embarazada.
La clave está en la moderación y en el poco tiempo de exposición. De hecho si se toma el sol como es debido los resultados pueden ser beneficiosos para el futuro bebé. Hay estudios que así lo demuestran, uno de ellos, realizado por la Universidad de Bristol, comprobó como los bebés nacidos al finalizar el verano y comenzar el otoño, presentaban un mayor índice de masa ósea y una altura algo superior al resto. Esto es debido a que la luz del sol al incidir en la piel provoca un aumento de vitamina D, que actúa ya desde el útero en la formación de los huesos. Pese a todo, este aumento de vitamina D se puede lograr también tomando un suplemento en los últimos meses de embarazo.
Riesgos de tomar el sol embarazada
Y es que los riesgos del sol para la embarazada son importantes. Todavía no hay estudios que permitan afirmar que los rayos UVA son inofensivos para el bebé, mientras esto llega lo mejor es evitar exposiciones directas y prolongadas. Y es que en la madre los efectos se pueden manifestar en manchas en la piel que tardan mucho tiempo en desaparecer, además se crea un aumento de la temperatura corporal que puede llegar a generar malformaciones en el feto, por eso las embarazadas deben evitar bañarse en agua muy caliente y estar demasiado tiempo bajo el sol. Otro problema asociado a una exposición excesiva sería la deshidratación.
Si se desea tomar el sol no hay problema siempre que se haga siguiendo las siguientes recomendaciones. Hay que evitar las horas de máxima incidencia de los rayos solares, entre las 12 y las 4 de la tarde no es recomendable estar tumbada cara al sol. Se debe llevar una botella de agua y beber a menudo, además de refrescarse cuando sea posible. Es mejor estar a la sombra, la refracción de los rayos y el aire también broncean y lo hacen de una forma menos directa. Por último es importante la protección solar.
Para tomar el sol hay que usar protectores solares y siempre consultar al farmacéutico
En este último punto hay que tener cuidado con los protectores o bronceadores que se eligen. Hay algunos cuya composición puede afectar al bebé al ser absorbido por la piel. Lo mejor es usar protectores totales y consultar sus posibles efectos al farmacéutico. El protector se debe extender especialmente por la tripa, aunque lo mejor será que esta no permanezca mucho tiempo bajo la incidencia directa de los rayos solares.
En lo que respecta al sol y al agua de playas y piscinas hay que tener cuidado con la humedad, secarse bien y evitar ropa húmeda evitará la proliferación de hongos potencialmente dañinos.