Siempre se piensa en la madre como el referente fundamental en la vida de un niño, especialmente en sus primeros años. Pero la verdad es que la figura paterna tiene el mismo valor a la hora de educar y cuidar a un hijo.
Un niño crece sano gracias a los cuidados físicos y emocionales que le dispensan sus padres.
Esto significa darle educación, y prestarle atención en sus juegos y en su vida diaria.
Unas décadas atrás, estas tareas recaían en la madre, mientras que el padre adquiría el papel de sustentador económico. Afortunadamente, nuestra sociedad ha cambiado lo suficiente como para concienciar a los hombres de su papel importante en el cuidado de los bebés.
Por lo tanto, podemos decir que una familia armónica, en la que participan ambos padres, proporciona a sus hijos la posibilidad de conocer las características de un hombre, y una mujer adultos, y de apropiarse de las más adecuadas como propias. Si el padre está ausente, el niño crecerá sin su ejemplo.