Todo va bien en casa con el papá, la mamá y el hijo, cada uno tiene claro cual es su rol y su papel, y por supuesto el rey de la casa es el hijo único que cuenta con toda la atención de sus padres y con todos los privilegios. Pero la cosa cambia cuando llega un nuevo miembro a la familia. De repente el mayor se encuentra con un ‘intruso’ que le roba la total atención de sus padres e incluso invade su espacio.
Seguramente lo va a acabar aceptando sin muchos problemas pero las peleas, celos y conflictos van a convertirse en algo común a partir de ahora en el hogar familiar. Y no hablamos solo de los celos del mayor al pequeño, también el pequeño, en cuanto empieza a ser consciente, sentirá celos de su hermano mayor, de su influencia o poder.
Los padres deben asumir que los conflictos entre hermanos van a surgir de una forma u otra, es ley de vida. También los adultos compiten entre sí y se pelean, aunque, normalmente, han aprendido a hacerlo de una forma aceptable en sociedad. Los niños todavía no tienen esas armas y sus peleas van a ser más llamativas. Se trata de aceptarlo como un hecho natural y aprovechar la oportunidad que esas peleas ofrecen para resolver conflictos y enseñar a nuestros hijos a comportarse, imponiendo los límites adecuados y preparándolos por tanto para la vida adulta.