Cuando una pareja inicia un proceso de separación es muy difícil que esta no afecte a los hijos. Hay que tener presente que, se haga como se haga, los niños siempre van a acusar este cambio, de lo que se trata es de que les afecte lo menos posible.
Llega un momento en que cuando la pareja no se lleva bien la vida familiar se convierte en algo insoportable.
Peleas, gritos, reproches, discusiones… todo ello acaba siendo más perjudicial para el niño que el hecho de que sus padres permanezcan juntos en la misma casa. Hay veces que los padres prolongan su unión ‘por el bien de los niños’, pero no se dan cuenta de que su mala relación es a la larga mucho más perjudicial para el desarrollo psicológico y emocional de sus hijos. En estas ocasiones más vale un divorcio a tiempo que un matrimonio mal avenido.