¡Qué yo no soy tu amigo, soy tu padre!

Es importante que exista una buena relación entre padres e hijos, basada en la confianza, el cariño y por supuesto el respeto. Y es que, es importante que en dicha relación los padres establezcan los límites de dicha confianza, ya que, ante todo, el hijo debe tener claro que es su padre, una figura a la que respetar y que tiene autoridad sobre él.

Hay casos de padres e hijos que mantienen una relación prácticamente de amistad, en la que se cuentan sus problemas o inquietudes, hijos que recurren a su padre como un confidente y una persona que, por su experiencia, puede darle consejos y apoyarle en los momentos en que encuentre dificultades.

Y esta relación no tiene nada de malo, siempre que, el hijo entienda el papel que en dicha relación tiene su padre y él mismo.


Los padres no deben perder nunca la autoridad moral ante el hijo


Y es que, en ocasiones, este tipo de trato acaba por pasar los límites y como se indica en el titular, el padre pierde ante el hijo toda la autoridad, ya que éste acaba tratándolo como si se tratase de un colega, sin ningún respeto.

De este modo, la clave estar en encontrar un punto intermedio, dejando claro que ante todo, antes que amigo, es padre pero que eso no significa que no puedan tener una relación cercana, de cariño y comprensión. Es fundamental que desde pequeños los padres establezcan a sus hijos ciertos límites y les hagan entender que tienen que respetar su autoridad. Sin embargo, con autoridad no nos referimos a una disciplina demasiado estricta y rígida, ya que con ello, en la mayoría de las ocasiones, los padres no consiguen sino que sus hijos les tengan incluso miedo y sea una relación fría y distante. Sin embargo, tampoco deben ser demasiado permisivos, ya que, finalmente los niños acabarán por confundirse y se darán situaciones, como antes se indicó, en la que los hijos no sepan darles a los padres el lugar que deben.


Ser padre no es ser un amigo, es una figura diferente


Por todo ello, deben ser conscientes del papel que desempeñan en la educación de sus pequeños y que, aunque a veces, les surjan miedos o indecisiones sobre cómo comportarse con ellos o cómo tratarlos, poco a poco irán encontrando la solución. Y ante todo, tanto el padre como la madre es fundamental que acuerden una serie de límites que desde el niño sea pequeño le dejen claro para que entienda qué está bien y qué no. Ante todo, no deben sentirse culpables cuando no les dejan ir con sus amigos a cierto sitio a cierta hora, sino que deben pensar en que lo hacen por su bien y que todo ello está dentro de un camino, el de su educación, para que el día de mañana sean personas comprometidas, generosas, empáticas, comprensivas…

Con todo ello sale a la luz la difícil tarea que tienen los padres ante sí a la hora de educar a sus hijos pero que, siendo coherentes y tajantes con sus decisiones, sin que ello implique formar una dictadura familiar ni nada por el estilo, sus hijos sabrán entender la posición que tienen y respetar esas pautas que se le indican.