Es una de las escenas por las que todos los padres han pasado alguna vez, ese niño que quiere algo, no se lo dan y empieza a enfadarse, insiste, la negativa se mantiene y comienzan los pataleos, los gritos y los lloros. Un berrinche que parece no tener fin y que en una etapa de la vida de los niños es de lo más habitual.
Es en torno a los dos años cuando los niños empiezan a manifestar sus primeros enfados serios.
En este momento el niño deja de ser un bebé y comienza a darse cuenta de que es una personita independiente con capacidad de acción y la posibilidad de tomar decisiones y actuar con cierta autonomía. Esto supone todo un descubrimiento para él, cada pequeño avance es un logro y así lo celebra. En esta fase los niños se ponen muy contentos ante cualquier cosa que consiguen hacer por si mismos, aunque sea algo tan sencillo para los adultos como bajarse de una silla.