Nos saca de quicio, no es capaz de parar ni un minuto, le hablo y es como si no me escuchara y encima en el cole no da pie con bola. Es un desastre. Esta puede ser la conclusión de unos padres ante un niño inquieto, movido, al que le cuesta prestar atención. Niños así ha habido siempre y al final los padres acababan aceptando que su hijo era así y no valía para estudiar.
Pero hoy en día sabemos que un niño con bajo rendimiento académico que además no es capaz de estarse quieto y al que le cuesta concentrarse, prestar atención y mantener a raya sus impulsos seguramente esconda un déficit de atención por hiperactividad, un trastorno que le causa todos estos problemas a la hora de estudiar y relacionarse con el resto.