En menos de un minuto los niños son capaces de desplegar todo su arsenal de juguetes, muñecos, pelotas, piezas de construcción, casitas, pizarras, pinturas… Todo aparece en un visto y no visto, pero a la hora de hacerlos desaparecer de nuevo la cosa no es tan sencilla.
Cuando empiezan a jugar los niños entran en su propio mundo de fantasía y todo lo demás desaparece, no son conscientes del tiempo, no piensan ‘voy a jugar diez minutos a esto que luego tengo que ir a comer’, simplemente van sacando y jugando y cuando les dicen ‘recoge que hay que ir al baño o a cenar’ despiertan de golpe al mundo real y eso no les suele gustar nada.