En cuanto los niños dejan de ser bebés y empiezan a sentirse mayores, lo primero que hacen es empezar a descubrir el mundo de los adultos, y el ‘sabor’ de lo prohibido. Y una de las cosas que descubren es el poder del lenguaje, y de las palabrotas.
Una palabrota en boca de un niño no es el mismo taco que en la de un adulto.
Los pequeños usan este tipo de expresiones sin querer imponerles la carga que nosotros les damos.
Entre los 3 y los 5 años de edad, un niño entra en contacto con otros críos más mayores, va al colegio… se relaciona con gente de cuya boca puede escuchar expresiones mal sonantes, como palabrotas o tacos. Y las usa como un recurso expresivo más, pero sin ser consciente de lo que está diciendo.
Cuando los padres oímos la primera palabrota de nuestro hijo, debemos reaccionar sin enfados, e intentando canalizar lo que el niño siente, bajo el prisma de otras expresiones. Reñirle por lo que ha dicho sin darle ninguna explicación no es nada positivo, ya que el pequeño no entenderá porqué no puede decir esa palabra.