Una de las cosas que despierta más ternura en los niños es su ingenuidad. Esa inocencia que hace que cualquier cosa que hagan o digan resulte graciosa y aceptable. En ocasiones el niño ingenuo y espontáneo expresa sus pensamientos de una forma clara, sencilla y sin rodeos. No dedica demasiado tiempo a pensar antes de hablar ni a preguntarse cómo reaccionara la persona que le escucha.
Esto les lleva en muchos momentos a ser excesivamente sinceros con los demás. De ahí el refrán de “los niños siempre dicen la verdad”.
En alguna reunión familiar, más de un niño ha puesto en apuro a su madre o a su padre cuando ha contado algo comprometido de casa o le ha respondido de forma demasiado sincera a alguna persona (“estás un poquito gordita”, “en mi casa mi madre dice…”).
El desarrollo de la empatía en los niños
Existe un estadio en la infancia (alrededor de los 4 años) en el que el niño se comporta de forma “egoísta”, todavía no es capaz de mostrar empatía (ponerse en el lugar de la otra persona) y busca únicamente alcanzar sus objetivos.
Conforme va creciendo el niño hacia el adulto, esa hermosa naturalidad es sustituida por un conjunto de habilidades diplomáticas en las que progresivamente se va cuidando más y más lo que se expresa, perdiendo frescura y normalidad.
Ser capaces de tener en cuenta los sentimientos de la otra persona y omitir o suavizar alguno de nuestros pensamientos es un valor sano e incuestionable. No es recomendable verbalizar nuestras ideas de una forma demasiado explícita ya que podemos transmitir una imagen fría, desconsiderada o mal educada de nosotros mismos.
Los niños cuando están preparados a nivel cognitivo y emocional, comienzan a mostrar la empatía y capacidad de sacrificio suficiente como para emplear términos más diplomáticos en sus afirmaciones.
Es importante saber que no hay que regañar al niño por tales comportamientos aunque si se puede comentar que no se deben contar las “cosas de casa” o que es necesario” pensar antes de hablar”