Pesadillas y terrores nocturnos en el sueño de niños y bebés

Cuando hablamos de este tipo de trastornos del sueño nos estamos refiriendo a alteraciones en el transcurrir normal del proceso del sueño. No es por tanto un capricho del niño, ni una forma de llamar la atención que se deba ignorar.

Tanto las pesadillas como los terrores se engloban en el grupo de las denominadas parasomnias, que se definen como todos aquellos sucesos o conductas extrañas que suceden durante el sueño.

Ambas suelen aparecer a partir de los tres años, por lo que si observamos conductas anómalas durante el sueño antes de esta edad seguramente sean debido a otra causa, para salir de dudas lo mejor es consultar a un especialista.


Las pesadillas


Las pesadillas serían las de menor importancia por así decirlo, aunque para el niño tienen un fuerte impacto. Todos hemos experimentado una pesadilla alguna vez, con lo que resulta sencillo comprender la sensación de desasosiego que invade al niño cuando despierta, recuerda todo con gran viveza y es difícil calmarle.

Ante esta situación se debe acudir a su llamada de inmediato e intentar tranquilizarle con una voz calmada, sin darle demasiado importancia e intentando minimizar la situación pero sin profundizar demasiado para que no vuelva a revivirla. Incluso si está demasiado nervioso puede ser buena idea hacerle compañía e incluso dormir con él.

No hay que obsesionarse con las pesadillas. Hay que tener claro que forman parte del proceso evolutivo del niño y son un reflejo de sus miedos y temores. Van a surgir ante situaciones de estrés para el menor, como la llegada de un hermano, cambios en la escolarización… Hay que estar alerta e intentar hablar con los niños, por si son recurrentes y en realidad esconden algún problema de mayor consideración, pero en general no precisan ningún tratamiento.


Los terrores nocturnos


Los terrores nocturnos suelen preocupar más a los padres ya que su manifestación es más llamativa. Al contrario que en las pesadillas el niño no se despierta, grita, se incorpora en la cama, puede incluso verbalizar y cuando finalmente despierta está confuso, no recuerda lo que pasa y aunque presenta un estado de ansiedad suele volverse a dormir sin problema.

Los especialistas recomiendan no despertarle y esperar a que pase el episodio vigilando que no sufra ningún percance. Este tipo de terrores no son por si solos indicativos de ningún trastorno mental, suelen están muy relacionados con algún hecho que haya traumatizado al niño o le haya causado un alto nivel de estrés. Como en el caso de las pesadillas hay que estar atento a lo que acontece a su alrededor por si hay algo que le está afectando. Tampoco se requiere medicación, a no ser que la falta de sueño le impida llevar un ritmo de vida normal. Un truco que se puede llevar a cabo para evitar estos sucesos es despertarle antes de que sucedan interrumpiendo así el ciclo del sueño, los terrores se suele producir en la misma fase por lo que con un poco de control es posible adelantarnos al momento.

En definitiva tanto para uno como para otro caso, lo mejor es no obsesionarse, crear un ambiente relajado a su alrededor y estar pendientes de cualquier suceso que pueda haber alterado su ciclo natural.