La comida es el tema estrella en la lista de las preocupaciones habituales de los padres. Si come mucho, porque come mucho, si come poco, porque come poco, lo mismo si come deprisa, despacio, si juega en la mesa… El caso es que sea cual sea el comportamiento de nuestro hijo en la mesa, lo normal es que en algún momento encontremos alguna pega.
Por eso la sorpresa llega cuando se empieza a quedar a comer en el colegio y nos comentan con toda la normalidad del mundo que el niño no da ningún problema, que se lo come todo y bien. Entonces, ¿porqué en casa no? ¿nos está toreando?
La respuesta sencilla sería si, pero con matices. En casa el niño sabe que tiene más poder que en el colegio, protesta y se le hace caso, se le cambia la comida si no le gusta… cosa que en el colegio no pasa. También suelen darse situaciones tensas, hay amenaza y reproches, una obligación que en definitiva agobia al niño y le quita las ganas de comer. Todo esto se podría resumir de una manera, en casa no hay unas reglas claras y la comida lejos de verse como un placer se asume como un trago por el que hay que pasar.