Qué hacer cuando decimos ¡a cenar! y el niño no hace caso

En un mundo ideal diríamos ‘a cenar’ y nuestros hijos acudirían raudos y veloces a la mesa, pero la realidad es que a menudo tenemos que repetir la frase más una vez para que los niños se sienten a cenar, y no precisamente con premura.

Los motivos por los que el niño no hace caso son diversos aunque hay algunos que son universales.

Puede que el niño no tenga hambre y por tanto no se sienta especialmente motivado a acudir a la mesa. También suele pasar que esté muy entretenido con sus juegos y claro, sentarse a cenar interrumpe su juego en un momento básico para él. El tercer motivo es sencillo, está tan cansado de todo el día que no puede ni moverse del sofá.


Soluciones para el problema


En cada uno de estos casos las soluciones que se pueden tomar son distintas, aunque en todos ellos será necesario una cosa: mantener la calma y no gritar ni amenazar, para conseguirlo es importante ponerse en el lugar del niño y entender su reacción para así poder controlarla mejor y sin alteraciones.

Si el niño no tiene hambre puede que haya que replantearse la cantidad de merienda o los horarios. Las necesidades nutricionales de los niños van cambiando y no siempre tienen las mismas ganas de comer. Puede que ese día estén cansados o haga demasiado calor. Conociendo esto, podemos plantearles platos atractivos o reducir las cantidades para que la cena no se le haga una montaña.

En ocasiones los niños están tan abstraídos en su juego que ni escuchan la llamada. En estos casos lo mejor es avisarles con más tiempo, podemos acudir donde estén y avisarle de que dentro de 10 minutos estará la cena, así se va preparando y va acabando sus juegos. Se lo podemos recordar de nuevo cuando queden pocos minutos. Es una buena idea hacerles partícipes del momento de poner la mesa, es una forma de involucrarles y prepararles para la cena.


¿Qué hacer si el niño simplemente está cansado y no tiene hambre?


Si el niño está cansado los padres lo notarán enseguida, si es algo habitual se puede plantear hacer una merienda-cena más consistente y que la cena sea algo ligero.

En todo este proceso habrá una serie de cosas que no se deberán hacer. Un error habitual es dejar que el niño lleve su juguete a la mesa. No prestará atención a la comida y un momento que debe ser relajado y propicio a la conversación se convertirá en un momento tenso en el que el niño quiere jugar mientras se le meten cucharadas en la boca. Otro error es si el niño está cansado dejarle que cene en el sofá delante de la tele, cuando esto no sea lo habitual. Las rutinas para que sean efectivas se deben mantener, es la única forma de que el niño las interiorice. Cambiar la forma de actuar en función de sus peticiones no va a ayudar a establecer unas pautas claras en cuanto a la alimentación se refiere.