¿Rebeldía o autonomía cuando el niño dice ‘No mamá, yo solo’?

A la hora de tomarse la leche, ponerse los zapatos, enjabonarse, comer… Llega un momento en el que los padres escuchan esta frase de boca de sus hijos. Esto suele suceder a partir de los dos años de edad e indica que nuestro hijo ha dejado de ser un bebé y va camino de convertirse en un niño y como tal desea hacer las cosas por si mismo demostrando a todo el mundo de lo que es capaz.

Hablaríamos por tanto de una reacción lógica en la que el niño solo busca reafirmar su autonomía.

El problema es que los niños pueden llegar a ser muy vehementes en sus demandas con lo que entra en juego esa actitud rebelde, síntoma de la necesidad de distanciarse un tanto de sus padres, buscando su propia identidad.


Para la educación de la autonomía/límites hay que tener mucha paciencia


Es un momento en el que los padres deben por un lado armarse de paciencia y por otro enseñar a su hijo ciertos límites. Y es que los niños es su búsqueda de independencia no suelen ser muy conscientes de los peligros que puede entrañar. Por mucho que insistan no pueden cruzar la calle si no van de la mano, por ejemplo, cortarse las uñas o cualquier otra actividad que pueda entrañar un riesgo real. En cambio si podemos dejarles comer solos, aunque esto implique tener luego que limpiar más de la cuenta.

En este sentido entra en juego la paciencia y comprensión de los padres, deben valorar que hay cosas que sí pueden hacer aunque implique más trabajo por su parte. Deben comprender que su hijo está creciendo y necesita pasar por ese proceso de reafirmación y autonomía, quizá haya que esperar 10 minutos hasta que se ponga los zapatos o tener paciencia a la hora de las comidas, pero es necesario para que el niño sienta que puede hacer las cosas solo. Esto aumentará a su vez su autoestima ya que verá que cuenta con la confianza y el apoyo de sus padres.


Las rabietas de los niños


Este momento suele coincidir también con las famosas rabietas, cuando el niño no puede o no le dejan conseguir lo que se ha propuesto y a falta de otros modos de expresión, ya que ésta todavía es limitada, recurre al llanto y al enfado que tan bien le ha funcionado durante su etapa de bebé. El problema es que ya no es un bebé y los padres deben empezar a responder de otra forma. Primero hay que valorar si su rabieta está justificada y si puede conseguir sus objetivos, habrá que ser más flexibles y empezar a dejar que actúe por su cuenta y después habrá que empezar a enseñarle otras formas de reaccionar ante las situaciones adversas. Siempre habrá que ser firme y no ceder ante aquello que no sea viable, con tal de que aprenda que existen límites que no se pueden sobrepasar.

En definitiva es un momento complicado para ambas partes, pero del que se extraen grandes aprendizajes, especialmente para nuestro hijo que empieza a ser consciente de su lugar en el mundo, de su capacidad para desenvolverse por su cuenta en el mismo y cambiarlo con su forma de actuar.