Los niños cada vez crecen más rápido, y sus intereses evolucionan de manera paralela a este proceso de maduración psicológica en el que están inmersos. Por eso, sus juguetes no les duran un tiempo tan largo como para llegar a hacer viejos y poder ser tirados.
Hay que tener en cuenta que, constantemente, las capacidades de los niños cambian, y ganan en habilidades mentales y físicas que provocan que sus juguetes queden obsoletos en pocos meses.
Por lo tanto, es evidente que necesitan cambiarlos. Pero, los padres deben ser conscientes de que renovar los juguetes de un niño no implica, ni mucho menos, que los antiguos deban destruirse en la basura, o ‘morir’ llenos de polvo en alguna estantería de la casa.