Antes o después los padres deben enfrentarse a la primera de las muchas heridas que sus hijos sufrirán a lo largo de su infancia. Cortes, caídas, golpes… ningún niño está exento de estos pequeños accidentes, que si bien revisten poca importancia es necesario tratar adecuadamente para que no se conviertan en algo más grave.
Ante una herida lo primero que se debe valorar es precisamente su gravedad.
Una herida puede parecer un corte limpio pero resultar muy profundo y requerir puntos para su completa curación, con lo que sería necesario acudir al médico, en cambio otra herida en apariencia más aparatosa puede ser superficial y curarse en pocos días solo con las medidas caseras. De todas formas ante la duda siempre es mejor que sea el médico el que nos oriente.