Ante todo, cuando se produce una hemorragia, los padres tendrán que mantener la calma y estar tranquilos para, de ese modo, puedan actuar y detener la pérdida de sangre lo más rápido posible. También será importante que tranquilicen a los pequeños, ya que, al ver el sangrado, será normal que se asusten, lloren y se pongan nerviosos.
Por eso, las palabras tranquilizadoras de sus padres serán muy útiles.
Los niños juegan y a veces, esas prácticas tan divertidas pueden acabar siendo peligrosas. Por ello, es frecuente que se hagan daño en brazos, piernas… y se produzcan hemorragias.