Las quemaduras leves son habituales entre los accidentes domésticos que sufren los niños, ya que se sienten fatalmente atraídos por la luz y el calor que emana el fuego. Si un niño sufre una, los padres pueden curársela en casa, siguiendo unos pasos básicos.
Salvo en excepciones contadas – como el caso de las quemaduras con gasolina, que es un agente hidrosoluble – el primer paso a dar para tratar la quemadura leve de un niño es enfriarla mediante la aplicación de un chorro de agua fría directo.
De esta manera, se elimina el agente abrasivo. Hay que tener en cuenta, pero, que el agua no debe ser helada, ya que el frío intenso también quema cualquier piel.
Si no podemos dejar que el agua fría caiga un buen rato sobre el eritema producido por la quemadura que ha sufrido el pequeño, una buena opción es que llenemos un balde con agua fresca, y hagamos que el niño meta la zona quemada en él.
Cuando ya notemos que la quemadura ha perdido temperatura, y no está tan roja, es hora de proceder a hidratar la zona quemada. Si es una quemadura de primer grado – y, por lo tanto, sencilla – bastará con que le apliquemos una buena dosis de crema hidratante hipoalérgica.