Es una de las experiencias más aterradoras por las que pueden pasar unos padres, especialmente si se trata de la primera vez. Ver como tu hijo empieza a convulsionar, se queda rígido, con los ojos en blanco, los labios morados y sacudidas en brazos y piernas asusta a cualquiera.
Es un episodio que puede durar desde unos segundos hasta varios minutos, no más de 10 y tras el cual el niño se queda durante un rato confuso y somnoliento.
El desencadenante es la fiebre, normalmente superior a 38 grados centígrados, que precede a alguna enfermedad, además para que sea considerada convulsión febril debe darse en niños sanos mayores de 9 meses y menores de 5 años, en caso contrario se trataría de otro tipo de problemática.